Sobre mí

Me llamo Francisco Pastor y, quizá, la voz que deberías imaginar es la de un veterano de guerra de veintiséis años. O así es como me definen las personas que me conocen –no me considero en absoluto relativista, pero sí todavía demócrata-.

Me licencié hace ya un tiempo en Comunicación Audiovisual; qué puedo decir. Siempre había oído que la universidad era la mejor etapa de la vida y no quise perdérmela. Tener una carrera, decían, abre muchas puertas. Si algún día conseguimos restaurar este mundo, probablemente sea así. Desde que llegué, me encontré rodeado del optimismo de chavales que estaban convencidos de que serían directores de cine y grandes estrellas, y que todo empezaba allí, obteniendo las mejores calificaciones posibles. Les deseo toda mi suerte.

Como un buen hombre es aquel que se atreve a tropezar más de una vez con la misma piedra, me aventuré a realizar un máster en Humanidades. Que nadie se confunda; no uno de aquellos en los que alguien efectúa un relevante desembolso a cambio de unas prácticas. En el extraño placer del más difícil todavía, me quedé en la universidad, hasta superar un programa oficial de postgrado. Lo que más había disfrutado de mi carrera era la carga teórica y sentía una infinita curiosidad por ella. Por lo menos, en esto no me equivoqué.

Varias ideas me llevaron a verme escribiendo hoy. En primer lugar, hace tiempo que me conozco lo suficiente como para saber que me entrego, con compromiso y constancia, a aquello que me gusta; es cuestión de encontrar mi sitio. No desde la espontaneidad de quien elige cambiar de parecer cada día; es más parecido al entusiasmo de una convicción. Žižek habla de cómo los ánimos se aflojan el mañana después de la revolución. Con orgullo, puedo decir que esto a mí no me pasa.

Por ello también, me he visto leyendo frenéticamente ensayos de todas las categorías y extensiones. Desde hace años, he acudido a las ciencias humanas para entender por qué somos como somos y actuamos como actuamos, y he mantenido el sueño de encontrar una explicación del mundo digna de ser defendida a capa y espada –me siento francamente asediado por esta reciente obsesión por los términos medios-. Entiendo que hay otras disciplinas, las que llaman exactas, que puedan ser más provechosas si se trata de obtener una respuesta; por algún motivo, no me llaman tanto la atención, son las letras mi manera de hacer algo por el lugar en el que me encuentro.

Y en último lugar, la causa primera. No quería dejar abandonados los constantes impulsos creativos y literarios que tengo cada día mientras, por lo general, la gente duerme. También, sobre todo, en los ratos vacíos que pasamos procurando llegar sanos y salvos al trabajo. Esos minutos, en el transporte público, son los más productivos; los pequeños desplantes de la jornada todavía no colapsan, a primera hora de la mañana, la que es mi vocación: encadenar ideas merecedoras de ser leídas.